viernes, 29 de noviembre de 2013

Sin gorra ni cachiporra: REpensando el rol de la cárcel en la sociedad

Reflexiones sobre las ideas de resocialización y reinserción.

Atrapamuros es un colectivo que desde hace seis años se mete en las cárceles de la ciudad de La Plata para proponerle a los presos y las presas talleres abordados desde la educación popular. Tras estos años de trabajo, y teniendo en cuenta nuestro constante intercambio con lo que ahí adentro se llama “la calle”, nos parece necesario criticar dos conceptos que no suelen ser cuestionados, pero sí muchas veces mencionados: la reinserción y la resocialización.



Para empezar, somos conscientes que al intentar analizar estas ideas estamos desechando la peor de las posturas, ya que hay quienes no dudan en repetir “que los delincuentes se pudran en la cárcel”, frase tan trillada como aberrante. Esa es una postura retrógrada, sí, pero igualmente creer que la cárcel es una institución rehabilitadora que reinserta y resocializa personas tampoco es tan copado.

Vamos de a poco e intentando ser claras: pensemos qué significa esto de resocializar. De entrada podemos especular con que resocializar sería algo así como reformar a una persona; que deje de ser alguien que la sociedad no quiere que sea para ser alguien que la sociedad sí quiere. 

Lo primero que hace ruido es esta idea escondida de que es posible borrar del interior de una persona todo aquello que ha construido desde que nació: las experiencias vividas, los valores aprendidos, la cultura incorporada y la personalidad creada. Todo lo que se quiere borrar pretende ser remplazado por nuevos valores. Y nos preguntamos, estos valores ¿a quiénes les sirven? ¿Quién los decide? ¿Para qué son? ¡Qué miedo pensar que pueda ser cierto que las personas sean amoldadas dócilmente a este sistema!  

Ahora bien, hasta acá charlamos del significado de la palabra, pero si lo observamos en la práctica es aun más incoherente. Resocializar sería la pretensión de que el individuo mejore sus lazos con la sociedad. La cuestión está en que la estrategia para lograr esto consta del encierro y del aislamiento. Para rematar, la persona no solo está aislada y encerrada, sino que vive en condiciones indignas. En la cárcel se come mal, se duerme mal, se respira mal y se vive mal. En la cárcel se pierde el derecho a la salud, a la educación, al trabajo, y, ya siendo casi irónicas, a la vivienda digna.  

Pasemos del primer re al otro re: de la resocialización a la reinserción, que no son lo mismo pero van de la mano. En la segunda etapa se supone que el/la preso/a ya fue resocializado/a y está listo/a para volver a la sociedad. Lo curioso de esto es que presupone que dicha persona dejó de ser parte de la sociedad por un momento, como si la cárcel fuera un hoyo en la tierra. Sin embargo, la cárcel es una institución bien propia de la sociedad en la que vivimos y de ninguna manera está aislada de ella. En su interior viven personas que nacieron en esta realidad y que van a salir para seguir transformándola y transformándose. Entender que la cárcel tiene una dinámica social es lograr ver que adentro se viven muchísimas cosas, todos los días y en todo momento. Es imprescindible darle valor a los años que hombres y mujeres pasan encerrados/as, y no sólo apostar al momento de su salida en libertad.

A fin de continuar develando falacias, criticamos la intención de que la reinserción sea una tarea que debe afrontar el individuo por sí sólo, ya que éste se supone que fue rehabilitado, y ahora está capacitado para toparse con una sociedad que le dará la bienvenida. ¡Pero ojo! Alertamos que no depende de la “buena voluntad” por parte del detenido/a, y que la sociedad no estará tan predispuesta. Es imprescindible entender que estamos hablando de un problema que nace en el centro de la sociedad, siempre es producto de la misma, y tiene consecuencias en las diversas historias de las personas. Reducir la cuestión a meras decisiones personales es un análisis pobre, necio e inservible.

Para terminar de entender esto de la reinserción vayamos al momento previo al encarcelamiento: ¿quiénes van a la cárcel?, ¿por qué? La cárcel, casi en su totalidad, está poblada de gente pobre. Gente pobre que a lo largo de toda su vida fue excluida de los derechos más básicos. Luego, una vez encerrada, siguieron siendo marginados/as, pero ahora dentro de una institución estatal muy particular. Y se pretende que una persona, en dichas condiciones, cargando con el estigma de la cárcel y la deshumanización que atravesó en el encierro, pueda salir y encajar en las normas establecidas y ser un “buen/a vecino/a”.

                Con todo esto no queremos que se confunda nuestra posición. Obviamente consideramos que las personas que toda su vida fueron marginadas deben dejar de serlo. Pero esto no sucederá nunca por estar diez años en cana ni será un proceso individual. A lo largo de la historia la sociedad fue construyendo las desigualdades que hoy padecemos, y los sectores más desfavorecidos fueron creciendo como consecuencias de múltiples políticas nefastas. Nada se soluciona con un muro y una reja, el cambio real tiene que ser social y colectivo o no se dará.  

Si Atrapamuros elige la cárcel como espacio de militancia es  principalmente por dos cuestiones. Por un lado, tenemos la real intención de visibilizar aquello que constantemente y desde su origen intenta ser tapado, por eso entendemos que es fundamental sacar esas voces que se encuentran tras los muros. Por otro lado, si entramos semana a semana, es porque en la cárcel encontramos hombres y mujeres que son elementales para construir una nueva sociedad. Estas personas que siempre fueron invisibilidades son con las que hace años elegimos dialogar, intercambiar opiniones, aprender en conjunto y organizarnos colectivamente.

Nos damos la tarea de construir desde abajo con las compañeras y compañeros que se encuentran privados/as de su libertad, porque nadie mejor que ellos/as puede decir las cosas que son necesarias cambiar para vivir en una sociedad mejor. Codo a codo es como queremos avanzar y aprender. En cada taller semanal intentamos llevar adelante esta decisión porque no queremos “sacar gente buenita”, sino pensar entre todos/as el mundo que deseamos, y planear cómo lo vamos a lograr.

TEXTOS: Brunela Germán y Clara Pérez Cejas de Atrapamuros - Colectivo de Educación Popular en Cárceles
IMAGEN: Giya Zabalza y Martín Zinclair

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