lunes, 26 de agosto de 2013

| Cortázar del lado de acá |




Cada uno tiene sus ametralladoras específicas.
La mía, por el momento, es la literatura”.[1]

Julio Cortázar ha sido demonizado por no haber apoyado al peronismo, en los momentos en que emergió. Fue tildado de antiperonista, no pudiendo los críticos divisar grises entre estos dos grandes grupos. La historia nos ha demostrado, que entre los peronistas y los más reacios gorilas, se han encontrado los más diversos grises. Cada uno con sus tendencias, algunos más hacia la derecha, pero muchos más todavía siendo socialistas consecuentes con el papel que los tiempos le han hecho jugar.
El primer rechazo de Cortázar a Perón, se da en 1946 cuando renuncia a su puesto de profesor en la Universidad Nacional de Mendoza, donde afirma que: “Preferí renunciar a mis cátedras, antes de verme obligado a ‘sacarme el saco’, como les pasó a tantos colegas que optaron por seguir en sus cargos”.
El escritor, profesor y biógrafo de Cortázar, Mario Goloboff[2], afirma que su emocionalmente fuerte rechazo al peronismo tiene una razón explicable por dos vías. Por un lado, su condición (reconocida años después) pequeño burguesa, que le hace rechazar un movimiento de masas, que había ganado las calles. Por el otro lado, la falta de respuesta política real ante este proyecto. Eran tiempos de cambio en Argentina y no todos pudieron adaptarse.
La conocida y criticada campaña propagandística que ejerció el peronismo, así como el culto a la personalidad que desarrolló sobretodo en el sistema educativo, ganó varios adversarios. El marcado nacionalismo que imprimió también era molesto para aquellos intelectuales que se pasaban el día leyendo libros franceses o ingleses y escuchando a Alban Berg. Pero Cortázar, tampoco se identificaba con la oposición, a la que consideraba falta de principios; así demuestra ser un verdadero “neutro” en la situación política.
Durante este primer peronismo era un Cortázar apolítico, no comprometido con nada ni nadie, encerrado en su departamento para dedicarse sólo a la literatura. En cuanto a ésta, cabe destacarse la publicación de Bestiario en 1951 con la incorporación de uno de los cuentos más analizados y controvertidos: “Casa tomada”.
En ese mismo año se siente desolado, y el autoexilio en París, cree que será la mejor solución. Allí encuentra su lugar y puede vivir como desea. Europa lo atraía pero sobretodo Francia, por su literatura y quizá por el hecho de haber nacido en Bélgica, lo que lo llevaba a querer explorar sus orígenes. Es en París donde puede navegar por otros estilos, otras realidades.
Luego de esos años en París, un hecho específico marca para siempre la visión de Julio Cortázar: la revolución cubana. Si era un erudito, un pequeño burgués absorto en su estética y en su literatura, con la revolución cubana (a partir de 1959), pasa a ser un defensor de las revoluciones, un escritor comprometido. Empieza a mostrarse como un escritor más público y, si se quiere, más latinoamericano, pero siempre desde su lugar en París. Como dice Mario Goloboff: “Aparece entonces en su vida la posibilidad de integrar distintos niveles que antes actuaban de manera muy conflictiva: lo personal, lo literario, lo nacional, lo latinoamericano. Los deberes del intelectual, las funciones del escritor, la obra en el tiempo”.
Es en 1963 donde su ideal se concreta porque viaja a Cuba para participar como jurado del Premio Casa de las Américas (mismo año en que se publica su novela más reconocida: Rayuela), allí experimenta en carne propia los atisbos de la revolución y puede comprender al pueblo. A partir de ese año, sus relaciones con Cuba van en aumento y su actividad como escritor comprometido no cesa. Todo esto se manifiesta también en su literatura con cuentos como “Reunión” donde toma una escena de la vida del Che o el poema que le dedica después de su muerte titulado “Che”. Y no sólo participa de la revolución desde su lugar de escritor, sino que forma parte de manifestaciones o pedidos populares como la revuelta popular y estudiantil de 1968 realizada en Francia que lo llevan, junto con un grupo de argentinos, a tomar parte de la Casa Argentina en Ciudad Universitaria.
A pesar de todas las posturas y el compromiso que asumió, Cortázar siguió siendo un hombre muy criticado desde todos los puntos de vista: criticado por la derecha por dejar de ser un “intelectual” con todas las letras  y ahora querer dárselas de progresista; criticado por la izquierda justamente por su pasado pequeño burgués.
Algo que muchos no pudieron perdonarle a Cortázar fue el exilio: vivir en París era un crimen para un escritor latinoamericano comprometido. Sin embargo, para participar activamente de la situación política de América Latina, no era necesario estancarse en Argentina o en cualquier otro país latinoamericano, Cortázar podía movilizar a la distancia.
A pesar de ello, como su exilio formó parte de una decisión personal, pudo volver a la Argentina cuantas veces quiso, incluso volvió un año antes de su muerte, en 1983, cuando la democracia estaba restituyéndose.
Magnífico escritor, crítico rotundo, traductor irreemplazable, revolucionario incansable, Julio Cortázar no deja de ganarse adeptos y fanáticos que siguen leyendo, hasta el día de hoy, sus extraordinarias obras. Criticado por sus posicionamientos políticos o no, supo admitir que estaba del lado equivocado y se lanzó con todo para participar de la lucha revolucionaria. Cortázar seguirá siendo ese escritor argentino que vivió casi toda su vida en París pero que supo mantener su mente y su alma en América Latina.



[1] Julio Cortázar en Reportaje de Alberto Carbone, en Crisis, Buenos Aires, junio de 1973.
[2] En Julio Cortázar, la biografía, 2011.

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