lunes, 10 de junio de 2013

La palabra y la gestión, al servicio del poder

Kirchnerismo 2013

La palabra y la gestión, al servicio del poder

El 2013 se presenta cargado de debates políticos y análisis estadísticos por tener la particularidad de ser un año electoral. Las elecciones legislativas que se producirán en octubre, marcarán el camino hacia los próximos años de la gestión Kirchnerista y reanimarán o destruirán las esperanzas opositoras por alejar a los cristinistas del poder.



Precisamente, el partido proveniente del peronismo que llegó al poder hace diez años se encuentra consolidando sus relaciones e intereses políticos-financieros, con miras a las próximas elecciones presidenciales del 2015. Decir que el Kirchnerismo vino para quedarse es casi redundante, como también lo es detallar los marcados matices que atraviesan los dirigentes “leales” al ex presidente Néstor Carlos Kirchner. Sin embargo, el alejamiento y la división interna entre las fracciones del partido se comienzan a profundizar, a pesar que desde el Estado se promueve un discurso repetido y conmovedor que logra hacer olvidar las diferencias por unos segundos y realzar la bandera Kirchnerista como si se tratara de una unión férrea.

A diferencia de lo ocurrido con el discurso, las acciones de cada uno de los sectores dependientes directa o indirectamente del Gobierno Nacional, juegan un papel sumamente importante por la dominación del espacio político, lugar donde se inicia la batalla social y cultural por generar un sentido de pertenencia entre los gobernantes y el pueblo.

La ruptura entre dos de los funcionarios con mayor poder en el país, da cuenta de ésta situación actual que comenzó a partir de los diferentes caminos que decidió tomar el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, en discordancia con las pautas oficiales dirigidas por la actual presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. La cercanía al sector privado, las propuestas de inversiones desmedidas, el aumento de efectivos policiales en las calles y otras medidas encaradas por el gobernador, alejan al sciolismo de las reglas impuestas por el sector más cercano a la presidencia, el cual defiende -desde la teoría- la necesidad de revalorizar las instituciones públicas por encima de las empresas privadas, el fortalecimiento de la industria nacional, la separación con el sector católico (hasta que asumió el papado Jorge Bergoglio), y el reconocimiento de los derechos humamos, entre otros rasgos impulsados por la actual gestión.
Sin embargo, esto solo puede enmarcarse dentro del espectro de la retórica. La realidad sigue siendo otra, y siempre estará por delante de cualquier discurso politiquero. Es así, como se encuentran coincidencias estrictamente respetadas por ambos bandos. El sistemático silencio de ambos mandatarios ante situaciones críticas que influyen directamente en la sociedad, como las muertes producidas por la desidia de la policía durante un período democrático y las tragedias como el choque de trenes en Once, o la simple disconformidad de un sector social por la inflación que sufre el país, es una herramienta de manual utilizada para no dar explicaciones en temas que no se tienen respuestas, o que en caso de tenerlas solo realzarían la irritación de la gente, apaciguada con diversas políticas socio-culturales que han sabido tranquilizar a los sectores más vulnerables de la sociedad.

Tanto la presidenta como el gobernador, no se nombran en los diferentes actos que encabezan pero siempre se muestran ligados incondicionalmente al “Proyecto Nacional y Popular”. De la misma manera, intendentes, legisladores y funcionarios hablan a favor o en contra de uno u otro bando, pero siempre sin arrojar demasiadas críticas que sobrepasen los límites, como si se actuara en un escenario de un pantano nubloso que al amanecer vuelve a estar brilloso, buscando de alguna manera que nadie note que ya no se piensa igual -si es que alguna vez se hizo.

Mientras tanto, algunos personajes quedan al margen de ésta disputa y escalan posiciones en la búsqueda de alcanzar un nivel superior. El vicegobernador bonaerense, Gabriel Mariotto, aparece como el principal referente de Cristina Kirchner en el territorio de la provincia con mayor cantidad de votos del país. Asimismo, el intendente de La Plata, Pablo Bruera, se postula como otro referente de la línea mariotista, también acompañada por el vicepresidente de la Nación, Amado Boudou.

Del mismo modo, otros actores secundarios volvieron misteriosamente a aparecer en escena durante las últimas semanas, gracias a la bondad del gobernador bonaerense. El expresidente Eduardo Duhalde; el exjefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el polémico ex vicepresidente, Julio Cleto Cobos, (acompañados por el senador provincial “Cacho” Alvarez), fogonearon la candidatura presidencial de Scioli y realzaron un acuerdo de acompañamiento con la agrupación sciolista, “La Juan Domingo”. Estos acercamientos, impactaron profundamente en la corriente ligada a la primer mandataria argentina por ser consideramos como “enemigos políticos” del Frente para la Victoria, lo que desencadenó un sinfín de advertencias al gobernador sobre sus futuras elecciones políticas.

Estos hechos, confirmaron la particularidad que separa al gobernador del resto del equipo Kirchnerista: Scioli sintió el poder, lo analizó, lo estudió y accionó con él; se hizo dueño de su propia imagen y por primera vez desde su ingreso al partido creado en 2003, le disputó el centro de atención a quien para la mayoría de los funcionarios actuales debe ser la única conductora del partido y del país. De esta manera, Scioli proclamó a principios del pasado año sus intenciones de ser candidato a presidente de la Nación explicando que "yo tengo mis aspiraciones presidenciales de cara al año 2015. Pero ahora es momento de gobernar, de apoyar a la presidenta". Ésta frase demostraba su inteligencia para ir amoldándose al nuevo escenario electoral, porque dijo lo que quería, sin decir lo que los opositores querían que dijera. Suena extraño, pero así continuará siendo a lo largo de este año. Scioli fue claro al expresar que acompañará al proyecto y que seguirá respondiendo a la presidenta, como también es tajante en demostrar que tiene demasiado peso como para esperar a ser el elegido.


Por eso, decir que el Kirchnerismo está unido es mentir, pero también lo es decir que está completamente quebrantado. No esta quebrado porque tienen las riendas del país. Scioli -y todos los que siguieron su camino- se salieron del libreto y dejaron en evidencia, que quienes no acaten las órdenes que llegan desde la Casa Rosada, no tendrán un buen pasar hasta que revean sus decisiones. Por eso el futuro es incierto pero prometedor para los amantes de las apuestas. 

Dependerá de Scioli, levantar el teléfono y pedir permiso para alcanzar la lucha por el bastón presidencial con apoyo masivo o enfrentar al movimiento al que aún dice ser leal. Por su parte, la jefa de Estado es paciente, juega con el futuro de los candidatos y analiza a quien usará esta vez para servirle al poder. Los recursos se agotan, las alternativas políticas también, pero la búsqueda por monopolizar el poder, jamás termina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario